jueves, 26 de febrero de 2015

Aquel que cae en éxtasis, aquel que lee, aquel que pierde, aquel que ama –el verdadero amor es una relación íntima directa, también asocial, también un agujero negro, desentendido del siglo y de la mirada de los otros hombres, incluso del amado–.

Pascal Quignard, Los desarzonados

miércoles, 25 de febrero de 2015

No es el conocimiento lo que nos acerca a los santos, sino el despertar de las lágrimas que duermen en lo más profundo de nosotros mismos. Entonces únicamente, a través de ellas, tenemos acceso al conocimiento y comprendemos cómo se puede llegar a ser santo después de haber sido hombre.

Cioran, De lagrimas y de santos
Ve por este camino, no por otro, te advierto;
observa solamente las huellas de mi rueda.
Y para dar a todos un calor igual,
no subas ni desciendas al cielo y a la tierra.
Si demasiado subes, el cielo quemarás;
si bajas demasiado, destruirás la tierra.
En cambio, si mantienes en medio tu carrera,
el avance es seguido y la ruta segura.

Poeme philosophic de la Vérité de la Phisique Minerale

viernes, 20 de febrero de 2015

Bajo el corazón del pasto se expande el rocío,
un niño descalzo va por el sendero,
lleva fresas en su canasto abierto.
Lo miro desde la ventana,
como si en el canasto llevara el alba.

Si ese sendero se desplegara hacia mí,
y en mi mano se balanceara ese canasto,
no miraría la casa bajo la montaña,
no envidiaría otra tierra,
ni volvería a casa.

Arseni Tarkovski
Me harté de palabras, palabras, palabras,
nada puedo pretender del habla racional
cuando por las noches, sobre el tejado,
el follaje golpea como una viuda harapienta.
Oigo mal, el nocturno idioma de la viudez es incomprensible.
Entre nosotros hay parentesco.
Entre nosotros no hay parentesco.
Y si repito a los árboles desquiciados
que mis mangas en el rocío están hasta los codos,
nada pueden responderme excepto un gemido.

Arseni Tarkovski

martes, 17 de febrero de 2015

"Pasa el tiempo con toda ligereza, pero no sabría decir qué hago. Soy un respirador."

Marcel Duchamp

lunes, 16 de febrero de 2015

"Las obras de los grandes poetas nunca han sido leídas aún por la humanidad, ya que sólo los grandes poetas pueden leerlas. Han sido solamente leídas como la multitud lee las estrellas: cuando más, astrológicamente, no astronómicamente. La mayoría de los hombres han aprendido a leer por una deleznable conveniencia, como han aprendido a contar para llevar cuentas y no ser engañados al comerciar; pero de la lectura como un noble ejercicio intelectual, saben poco o nada. Sin embargo, leer en un sentido elevado, no es aquello que nos adormece como un lujo y permite que las facultades más nobles duerman mientras tanto, sino aquello que tenemos que leer parados de puntas y dedicándole nuestras horas más alertas y despiertas."

Henry David Thoreau, Walden

"Dentro de ti, las nupcias del hielo al sol del árbol y la nube, pareadas risas que se pierden por perdidos senderos, la inevitable luna casi líquida, el agua rota en trinos y en su música un lirio y una abeja en su estigma y en su aguijón tu deseo de olvidarme."

Gilberto Owen

miércoles, 11 de febrero de 2015

Mi vista se apaga —mi poder:
dos aristas de diamantes invisibles;
falla mi oído, lleno de truenos lejanos
y del respirar de la casa de mi padre;
las rudas junturas de los músculos se aflojan
cual los bueyes grises en los campos de labranza,
y tras mis hombros, en la noche,
ya no son dos alas las que brillan.
Soy en la fiesta una vela apagada,
recojan al alba mi cera,
y esta página revelará el secreto
de cómo llorar y cuándo ser orgulloso,
de cómo repartir el tercio final de la delectación
y hacernos una muerte más fácil,
para de pronto, bajo un hecho casual,
incendiarnos, cómo las palabras, con una póstuma luz.

Arsieni Tarkovski

martes, 10 de febrero de 2015


Aún hoy
si alcanzase a ver
sus ojos difusos como el loto;
si aún hoy pudiera verla,
abrumada por el peso de sus senos hinchados,
la apretaría entre mis brazos
y bebería de su boca hasta la hartura
como liba la flor una abeja embriagada.

Aún recuerdo
sus enormes ojos,
sus pupilas trémulas,
moviéndose sesgadas,
rotando nerviosas
al despertar
acuciada por el deleite.

Y la recuerdo luego
retozando en la profundidad de la pasión
como un cisne real en un estanque de lotos,
y al amanecer despertando
cabizbaja de vergüenza.

Aún hoy
en el término de mi vida,
recuerdo el rostro de mi amada
recorrido por gotas de sudor,
untado con pomadas
lustrosas como el oro
y brillando
como el disco solar liberado de eclipses.

Aún hoy veo
sus ojos temblorosos
por la fatiga que deja
el disfrute del amor.

Aún hoy pienso en ella,
hija del mejor de los reyes,
en sus ojos extraviados
por la indolencia que produce 
la fascinación
de una pletórica adolescencia.

Aún hoy la recuerdo
como un canto celestial,
como un próspero genio,
como un músico divino,
como una virgen ofidia,
como una diosa caída del cielo.

Bilhana, Caurapâñcâśikâ
Aún hoy
si alcanzase a ver
sus ojos difusos como el loto;
si aún hoy pudiera verla,
abrumada por el peso de sus senos hinchados,
la apretaría entre mis brazos
y bebería de su boca hasta la hartura
como liba la flor una abeja embriagada.

Aún recuerdo
sus enormes ojos,
sus pupilas trémulas,
moviéndose sesgadas,
rotando nerviosas
al despertar
acuciada por el deleite.

Y la recuerdo luego
retozando en la profundidad de la pasión
como un cisne real en un estanque de lotos,
y al amanecer despertando
cabizbaja de vergüenza.

Aún hoy
en el término de mi vida,
recuerdo el rostro de mi amada
recorrido por gotas de sudor,
untado con pomadas
lustrosas como el oro
y brillando
como el disco solar liberado de eclipses.

Aún hoy veo
sus ojos temblorosos
por la fatiga que deja
el disfrute del amor.

Aún hoy pienso en ella,
hija del mejor de los reyes,
en sus ojos extraviados
por la indolencia que produce
la fascinación
de una pletórica adolescencia.

Aún hoy la recuerdo
como un canto celestial,
como un próspero genio,
como un músico divino,
como una virgen ofidia,
como una diosa caída del cielo.
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lunes, 9 de febrero de 2015

"Un espíritu libre tiende a la geometría más perfecta"

Le Corbusier, La puerta de hielo

viernes, 6 de febrero de 2015

“Cada mañana hay que atravesar de nuevo la escoria muerta, para llegar al núcleo vivo y cálido”.

Ludwig Wittgenstein, Observaciones

martes, 3 de febrero de 2015

Nada poseemos en el mundo –porque el azar puede quitárnoslo todo–, salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que entregar a Dios, es decir, destruir. No hay en absoluto ningún otro acto libre que nos esté permitido, salvo el de la destrucción del yo.

Simone Weil, La gravedad y la gracia

Langostas

En un mundo donde todo se desmorona
forma, sustancia y fuerza se pierden
palabras violentas
acechan la tierra
almas artificiales
fingen vivir al límite
cual plaga feroz
que arrasa los campos.
¿Existe en verdad una razón?
Vaciad vuestros áticos repletos
desechad antiguos amores y
ángeles por venir
cubrid todo con un manto negro
cerrad las ventanas
atad los electrodomésticos
las mascotas
y dejadlo todo
cerrad la puerta
y marchaos.

Lee Ranaldo, Road Movies
Numerosas personas leen tres periódicos por día (el de la mañana, la tarde y la noche): es un modo de derramar su rosario de inconsciencia en los ómnibuses, los trenes subterráneos o cuando están sentados a la mesa familiar. Las noticias entran por un ojo y salen por el otro; eso cansa sencillamente la retina y predispone al sueño. Pasan las horas, pasan los días, pasa la vida. El acontecimiento está alrededor; no entramos dentro de él...
Empero, cada día se imprime la cantata de esperanza.

Le Corbusier, Quand les cathédrales étaient blanches
¿Qué hombre pueden poner ante mis ojos, sea cual sea su condición, que no transporte consigo su fardo de mierda y su botella de orina que por sus mismas venas corre? Los más, aunque se las den de lindos, tienen las tripas atiborradas de lombrices; muchos de esos que a todos gustan (y muchas, para equilibrar el otro plato de la balanza) están infestados de piojos; a uno le hieden los sobacos, a otro los pies, a la mayoría la boca. Cuando reparo en estas cosa, ¿a qué mortal (atendiendo a su cuerpo) puedo guardar afecto? ¡Bah! Un cachorro de perro o un chivito resulta más limpio y aseado. Si atiendo al alma, ¿cuál de los seres animados es más traidor, perverso y falso que el hombre? 'Pero yo prescindo de las facultades sujetas a las pasiones y me propongo amar el entendimiento'. De acuerdo, pero ¿qué entendimiento hay más puro que el divino o más elevado o más certero a la hora de enseñar la verdad? Están de libros llenas las bibliotecas, las almas desnudas de ciencia. Copian, no escriben. No son ingenios lo que nos falta sino otra cosa. ¿Que más cabe esperar, pues, de mi trato con los hombres? ¡Charlatanes, avaros, mentirosos, intrigantes! Señaladme con el dedo a uno solo que en una época tan rica en recursos como la nuestra y teniendo a mano instrumentos tan útiles como la imprenta, haya escrito ni la centésima parte de las invenciones de Teofrasto y cambiaré de opinión. Todo al contrario, con sus pamplinas (que si aquí dice o ó'v) empañan los valiosos y estupendos hallazgos del griego. Estas cuestiones no tienen que ver nada con la realidad: los descubrimientos se deben a la calma y al sosiego y a la reflexión continuada, unida a la experiencia, cosas todas que acompañan a la soledad, no al trato con los hombres, tal como se sabe desde tiempos de Arquímedes...

Gerolamo Cardano, De propia vita
Tengo la impresión al ir hacia ti de dejar un mundo atrás, de oír a las puertas dar portazos a mis espaldas, puertas y puertas, porque son numerosas las puertas de este mundo hecho de malentendidos, de falsas claridades, de engaños. Quiero que me queden todavía otras puertas, quizá aún no haya cruzado toda la extensión de esa red de signos que inducen al error, pero llego, ¿me oyes?, me acerco, el ritmo se acelera, los fuegos engañosos se apagan uno tras otro, las bocas mentirosas se cierran sobre su baba. Nada de palabras, nada de ruidos ya, nada que acompañe mi paso... Dentro de un instante estaré a tu lado, dentro de un segundo que inaugurará el tiempo.

Carta de Paul Celan a Gisèle Lestrange, 1952
De tus cabellos son mis dedos.
Bajo tu falda se esconde, asombrado, mi corazón...
y las hojas del calendario caen zumbando

Attila József
Lo que nos espera no lo sé; una despedida es nuestra herencia; la estación muere temporalmente y hasta que resucite también nosotros debemos morir. A todos los que perecen, a todos los que pierden, adiós; al desconocido, al viajero, al desterrado les digo adiós; a los arrepentidos y jueces, adiós; a la juventud pensativa y estruendosa, adiós; a los niños amables y a los hijos de la ira, a los que tienen flores en los ojos, de tristeza o enfermedad, un tierno adiós.

Carta de A. Ginsberg a J. Kerouac, 1945
Antes de mi muerte dejaría instrucciones precisas: si tú no estás ahí, sacan mi cuerpo del lago, lo queman y te envían mis cenizas en una urna bien protegida ('frágil'), pero no certificada, para probar suerte. Sería un envío mío que ya no vendría de mí, o un envío que vendría de mí (quien lo habría ordenado) pero ya no un envío mío, como prefieras. Entonces querrías mezclar mis cenizas con lo que comes: café por la mañana, bizcocho, té de las 5, etc. Pasada cierta dosis, empezarías a entumecerte, a enamorarte de ti, yo te miraría avanzar lentamente hacia la muerte, te acercarías a mí en ti con una serenidad de la que no tenemos idea, la reconciliación absoluta. Y dejarías instrucciones precisas... Mientras te espero voy a dormir, sigues estando siempre aquí, dulce amor mío.

Jacques Derrida, La Carte Postale
A mitad del camino de la vida, fui detenido en el espeso bosque soviético por unos delincuentes que se decían mis jueces. Eran viejos de cuello arrugado y cabeza de oca, indignos de llevar el peso de los años. La primera y última vez que tuve necesidad de la literatura, ella me estrujó, me hincó sus garras y apretó, y todo fue horrible como en un sueño infantil... No tengo manuscritos, cuadernos de notas ni archivo. No tengo letra, porque no escribo. Yo soy el único en Rusia que trabaja con la voz, pero, a mi alrededor, toda la chusma escribe. ¡Qué escritor del diablo soy! En cambio, tengo muchos lápices; todos robados y de distintos colores: se pueden afilar con una hoja de afeitar Gillette. He llegado al punto que, en el oficio de la palabra, sólo aprecio las costras, sólo las excrecencias. Es lo que necesito. Todas las obras de la literatura mundial las divido en autorizadas y escritas sin autorización. Las primeras son escoria, las segundas, aire robado. A los escritores que escriben cosas porque saben a ciencia cierta que serán autorizadas, quiero escupirles en la cara, quiero pegarles con un palo en la cabeza y sentarlos a todos tras una mesa de la Sociedad de Escritores de Moscú, poner ante cada uno de ellos un vaso de té de la policía y darles a cada uno en la mano el análisis de orina de sus críticos. Los escritores son de una raza de piel maloliente y que tiene las más sucias formas de preparar los alimentos. Es una raza nómada que pasa las noches sobre sus vómitos, desterrada de las ciudades, perseguida en los pueblos, pero en todas partes y ocasiones cercana al poder, lo que le asigna lugar en los barrios chinos, como a las prostitutas. El escritor es un híbrido de papagayo y sacerdote. Es un loro en el más alto sentido de la palabra. Habla francés cuando el dueño es francés, pero si es vendido en Persia, dirá en persa: 'loro cretino', el loro quiere azúcar'. El papagayo no tiene edad, no conoce el día y la noche. Si el dueño se harta, le pone un paño negro y eso es para la literatura un sucedáneo de la noche.

Osip Mandelstam, La cuarta prosa
Mi mente, mi mente, mi mente… A veces, un poco antes o después de quedarme dormido, mi mente parecía seguir un sendero que tenía la anchura de un hilo y el mismo color que la noche. Afuera, a lo largo de la estrecha carretera navegaba mi mente, impulsada por la curiosidad, iluminada de aceptación, lejos y afuera, como un anzuelo emplumado que se fustigaba contra la profundidad de la luz, sobre la corriente de un magnífico molde. En algún lugar, lejos de mi alcance, de mi control, el anzuelo se destruía como una lanza, la lanza se recortaba a sí misma en una aguja, y la aguja unía al mundo. Cosía la piel con el esqueleto, el lipstick con el labio, a Edith con su maquillaje teatral, agachada (por el tiempo que yo, este libro o un ojo eterno lo recuerde) en nuestro sótano sin electricidad, cosía bufandas a la montaña, pasaba sobre todas las cosas como un torrente sanguíneo implacable, y el túnel se llenaba con un mensaje confortable, un hermoso conocimiento de unidad. Todos las disparates del mundo, las diversas alas de la paradoja, las dos caras del problema, las preguntas al deshojar la margarita, la conciencia con forma de tijera, todas las polaridades, las cosas y sus imágenes y las cosas que no proyectan sombras y, sencillamente, las explosiones cotidianas de una calle, esta cara y aquella, una casa y un dolor de muelas, explosiones que sólo tienen, en su nombre, letras diferentes, mi aguja todo lo atraviesa, y yo mismo, mis ávidas fantasías, todo lo que ha existido y hoy existe, somos parte de un collar de incomprensible belleza y falta de sentido.

Leonard Cohen, Beautiful Losers

domingo, 1 de febrero de 2015

Creo en un Dios que me diga: "Te juzgo a partir de tus palabras: tus propias acciones te han hecho estremecer de disgusto cuando viste que otros las cometían".

Ludwig Wittgenstein, Observaciones